Han pasado 8 días desde aquel terremoto que afectó buena parte de Chile y que produjo muchas pérdidas, no sólo materiales, si no que pesonales. Un terremoto de 8,8° y que siguió con un maremoto que arrasó con muchos poblados costeros en toda la región. A veces creo que puede ser obra de Dios, pero ¿con qué objeto lo haría? ¿Para demostrar su poder? Creo que sólo un humano haría cosas para demostrarle al resto lo que es. Creo que todo tiene un propósito en la vida, y nada ocurre por simple coincidencia. Creo que este evento natural nos recordaría que sólo somos pequeños e insignificantes en un mundo que hace rato dejó de ser antropocéntrico. Y aunque en la mayoría de los casos este tipo de eventos saca lo mejor de la gente, también saca lo peor: mientras muchos estaban preocupados de salvar a los atrapados en edificios caídos o ayudando en la repartición de alimentos, otros aprovecharon el pánico para saquear supermercados y negocios, apropiándose de artículos que claramente no son primera necesidad (plasmas y refrigeradores, entre otros). Las noticias aparecen atiborradas de imágenes de desolación y caos, para que de alguna forma todo el mundo tome conciencia de la realidad (fue impresionante la cobertura internacional). Pero al final, no importa la destrucción de las casas, el vandalismo, la falta de comunicación, o lo que sea. ¿Que lección se puede sacar? Es que no importa lo que pase, siempre hay esperanza de un futuro mejor, que aquel que sufrió un tropiezo. Y eso fue lo que se vió en las últimas 144 horas, donde muchas personas, empresas e instituciones organizaron numerosas campañas para ir en ayuda a los más damnificados, culminando esta semana con un Teletón que reunió cerca de US$60 millones (nada mal para un país "en vías de desarrollo"), demostrando que los chilenos somos capaces de movilizarnos por aquellos que están en situaciones límite. A lo mejor ese era la moraleja de esta tragedia: el recordar que debemos ser solidarios, olvidarnos de la frivolidad de nuestra sociedad, recordar nuestros valores y principios, y recordar que sólo estamos de paso en este mundo, por lo que debemos dejar una huella en él, haciendo buenas acciones y dejar buenos recuerdos en aquellos que nos siguen.
Por suerte, en mi familia no lamentamos ninguna tragedia personal, sólo el susto por el fuerte remezón, y preocupados de aquellos que no daban señales debido a la falta de comunicación con las zonas más afectadas (tengo una abuela y unos tios cerca del epicentro). Ahora viene la reconstrucción, y creo que como país estamos preparados para el desafío que se aproxima...